Conor McGregor, estrella de la UFC, ha descrito una intensa experiencia espiritual que, según él, ocurrió durante un tratamiento médico con ibogaina en Tijuana, México, donde afirma haber visto su propia muerte y haberse encontrado con Dios y con Jesús.
El luchador relató que, bajo los efectos del tratamiento, fue “mostrado” lo que habría sido su muerte: vio cuán pronto sucedería y cómo impactaría a sus hijos, describiendo que se veía desde fuera de su propio cuerpo y luego desde dentro de un ataúd. En medio de esa experiencia cercana a la muerte, afirmó que “Dios vino” a él en la forma de la Trinidad, y que estuvo aproximadamente 36 horas en ese estado antes de finalmente descansar.
McGregor detalló que en esa visión “Jesús descendió de los escalones de mármol blanco del cielo y me puso una corona en la cabeza”, momento que él interpreta como su redención y sanidad interior. Aseguró que su mente, su corazón y su espíritu fueron “sanados”, y llegó a decir que se siente “como un niño otra vez, pero ahora con la sabiduría de la edad adulta”.
En declaraciones recogidas por medios cristianos, el irlandés de 37 años también ha hablado de un cambio profundo en su vida espiritual, afirmando que está “salvo”, “sanado” y que ahora vive “por la Palabra de Dios”. En una rueda de prensa de Bare Knuckle Fighting Championship en Italia, expresó: “No estoy aquí por casualidad; hay un poder superior, Dios, que dirige mi viaje y el de todos, y vivo mi vida por la Palabra de Dios”.
Conor, conocido durante años por su estilo arrogante, polémico y por incidentes dentro y fuera del octágono, reconoce que su historia muestra tanto “lo que funciona como lo que no funciona”, y dice que ahora desea dejar un legado que pueda mirarse como una lección.
Dirigiéndose a sus seguidores, agradeció los ánimos y las oraciones, asegurando que el tratamiento “salvó su vida y, en consecuencia, a su familia”, y prometiendo que “el mundo está a punto de recibir una sorpresa” con esta nueva etapa.
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La experiencia de McGregor ha sido recibida con interés y también con cautela por parte de observadores cristianos, dado que se produjo en el contexto de un fármaco psicodélico aún en estudio y no exento de riesgos. No obstante, medios destacan que él mismo atribuye a Dios la sanidad de su trauma y el giro espiritual que afirma estar viviendo, incluyendo asistir a la iglesia, dedicar tiempo a la oración y proclamar públicamente que “Jesús es Rey”.
Más allá del debate, esta es una oportunidad para recordar que nadie está fuera del alcance de la gracia de Dios, incluso figuras públicas marcadas por polémicas y excesos. Si la transformación que McGregor describe se consolida en una vida de obediencia y humildad, podría convertirse en un testimonio potente de cambio y restauración.