La radio clandestina y redes secretas de discipulado se han convertido en herramientas clave para fortalecer a los cristianos perseguidos dentro de Corea del Norte, uno de los países más hostiles a la fe en el mundo. A pesar del control extremo del régimen y de las duras penas para quienes siguen a Jesús, una iglesia subterránea sigue viva y siendo pastoreada a distancia por misioneros que arriesgan su propia vida.
Ante este escenario, ministerios como Open Doors han desarrollado una estrategia de apoyo que combina ayuda humanitaria y formación espiritual, siempre desde fuera de las fronteras norcoreanas. Por medio de redes secretas en países vecinos, colaboran con alrededor de 100.000 cristianos, enviando alimento, medicinas, refugio en “casas seguras” en China y materiales bíblicos en formatos discretos.
Entre las acciones más discretas está la emisión de programas de radio clandestinos, producidos fuera del país y transmitidos hacia territorio norcoreano en frecuencias que los creyentes conocen y sintonizan en secreto. A través de estas transmisiones, reciben enseñanzas bíblicas, devocionales, estudios y mensajes de ánimo, que suplen la imposibilidad de reunirse libremente como iglesia.
Activistas explican que, además de la instrucción bíblica, la radio cumple un papel crucial para que los cristianos no se sientan solos en su fe. Saber que hay otros creyentes escuchando el mismo programa y orando al mismo Dios, aunque no puedan verse, se convierte en una “congregación invisible” que sostiene su esperanza.
El régimen de Kim Jong-un considera cualquier religión una amenaza existencial, especialmente la fe cristiana, vista como aliada de potencias extranjeras. La llamada “ley del pensamiento antirreaccionario”, aprobada en 2020, endureció aún más el control estatal, prohibiendo no solo la fe cristiana, sino también el acceso a contenidos culturales considerados “occidentales”, como músicas y medios extranjeros.
En este contexto de culto obligatorio a la familia Kim, los cristianos son clasificados como “hostiles” y sometidos a persecución implacable. Mujeres creyentes enviadas a campos de trabajo forzado sufren abuso sexual y violencia sistemática, mientras hombres con antecedentes cristianos son relegados a los escalones más bajos del ejército, las universidades y los empleos.
Aun así, testimonios de conversos y desertores muestran que el Evangelio sigue avanzando silenciosamente dentro del país. Muchos que huyeron a China y conocieron a Jesús regresan voluntariamente, conscientes de los riesgos, para fortalecer a la iglesia subterránea y compartir lo que aprendieron con otros creyentes.
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En medio de estos tiempos tan difíciles, Dios sosteniendo a su pueblo aun en medio de prisiones, amenazas y prohibiciones. Organizaciones que trabajan con Corea del Norte piden oración específica por valentía, perseverancia y provisión para estos hermanos y hermanas.
También animan a la iglesia global a involucrarse de forma práctica, apoyando proyectos que financian transmisiones radiales, distribución creativa de Escrituras y cuidado de familias que han pagado un alto precio por seguir a Cristo.

